Con orgullo: ¡Somos mallorquines!

Quienes nos conocen saben lo presumidos y orgullosos que estamos de pertenecer a las Islas Baleares. Durante estas semanas pasadas, la última gota fría batió seis récords históricos de intensidad de lluvia, padeciendo la comarca de Llevant, la mayor devastación tanto en vidas humanas como en bienes materiales de nuestra época reciente.

¡Somos como somos! Digan lo que digan. Hemos demostrado siempre nobleza, trabajo duro, lucha, generosidad, también nos embadurnamos de una capa de tozudez y enrocamiento, que a veces confunde. Pero en cuanto se hacen de nosotros sean naturales o externos, se acabó ese carácter cerrado del que se nos acusa, y nos ofrecemos desinteresados a ayudar.

Un ejemplo a seguir como pueblo y sus gentes, su buena gente. Si alguien recelaba o tenía duda de lo que somos capaces como pueblo, después de la catástrofe, aun sumidos en el dolor y el miedo hemos convertido la torrentada en una enorme ola de solidaridad y de hospitalidad. Sobrecogidos por lo ocurrido el voluntariado ha surgido sin necesidad alguna de interesadas políticas, la ropa y la comida como una descarga eléctrica ha recorrido la Isla de costa a costa. Sin preguntar el lugar de nacimiento, la simpatía política o la religión. Todos unidos a favor de los damnificados, una vez más y cuantas hagan falta.

A diario demostramos que nos sentimos orgullosos de pequeñas, pero importantes cosas, que no nos damos cuenta de lo que somos capaces cuando la desgracia, le cae en suerte a nuestro vecino. Doloridos por las víctimas, siempre irreemplazables. Hoy queremos rendir tributo a los voluntarios, a los servicios de orden y de emergencia con un sonoro gracias, y a cuantos han contribuido a restaurar la normalidad y bienestar de los damnificados.

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